martes, 20 de marzo de 2007

Crónica de una Cena

Pues el sábado deambulaba yo por Alicante de cena con unos amigos y amigas. Cenamos en un bar de tapeo y hasta el momento todo bien y relativamente correcto. Lo de “relativamente” lo digo porque a la cena acudió el tan nombrado “Collao”. No tenía el placer de conocerlo.

Bueno, pues ese día, el sábado 17 nunca lo olvidaré. La cena fue lo mejor de la noche, pero el barrio no decepcionó. Durante la cena solo me faltó llorar. No pude terminarme ni el bocadillo. Los que estaban sentados a mi alrededor y yo, no podíamos parar de reír. Collao durante toda la cena atónito, asombrado porque no comprendía porque todos nos echáramos a reír solo con mirarnos, o incluso algunas veces ni eso. Así trascurrieron las 2 horas de la cena, entre risas y champiñones, risas y ensaladilla, risas y calamares, risas y ensaladas, etc. Sin olvidar los últimos comentarios del camarero, hay que comprender que el pobre cada vez que se acercaba a nuestra mesa nos veía partirnos el pecho casi sin respirar. Lo que le llevaría a pensar que íbamos todos algo “drojaetes”, por eso cuando estaba cerrando y le pedimos unos chupitos va y contesta:

¡Venga, ahora nos vamos de fiesta si hace falta pero sacad esos porrillos que yo también quiero!.

Bueno, después de la cena acudimos todos en tromba al barrio después de la odisea de aparcar, nada más y nada menos que a unos 100m de la plaza de los Luceros. Una vez todos situados y reunidos frente al parking decidimos donde ir. Acudimos a un lugar apodado “la calimotxeria”. Bueno, pues aquello era el paraíso divino de un señor de unos 60 años con una gorra de Ferrari (ya sabemos todo porque ganó Alonso y no Schumacher el pasado mundial, faltaba su mejor mecánico). Bueno, nada más entrar no parece mal cosa, un local pequeño, con bebida barata y algo muy común, el garrafón. Después de pedir y estar un rato sentados a las chicas les da por ir al baño. Hasta aquí todo correcto la verdad, sin contar que el camarero tenía como unos 55-60 años. Es algo que te llama la atención, cuando el barman es un tipo con pinta de ser un jubilado que se levanta a las 7 de la mañana para tomarse un carajillo y unas copas de brandy. Bueno, allá que se acerca una de las chicas y le dice al barman:

- ¿Perdone, el baño?

- Pregunta al jefe.

Extrañadas las chicas miran hacia donde señala el tipo en cuestión, y al igual que yo buscan con la mirada intrigadas donde estará el dueño hasta que deciden preguntar al camarero donde está.

- ¿El jefe?

- Al final de la barra.

- ¿El hombre de la gorra?

- Si.

Bueno, cual fue mi sorpresa al ver el dueño era aquel individuo de unos 60 años, borracho perdido que mientras estaba en pie y apoyado sobre la barra parecía Ronaldo en el carnaval de Brasil bailando Samba. Si, el crack era el dueño.

La noche transcurrió de local en local, bebiendo chupitos y bailando, o por lo menos intentándolo, hasta las 4 de la mañana. A esta hora llega el momento de decidir si seguimos o nos marchamos a casa. Los más osados optamos por acercarnos al puerto, los que no deciden marcharse a casa y descansar.

Una vez en el puerto la cosa ya fue empeorando. Entramos en varios locales, la mayoría de ellos superaban con creces el aforo máximo. Con lo que unos mejillones en escabeche en su latita tienen más espacio para moverse que nosotros. De local a local, hasta que decidimos entrar en uno que había que pagar y vino lo peor de la noche, uno de nosotros había perdido la cartera, incluyendo documentación tarjetas de crédito y demás.

En fin, que la noche hubiera sido redonda si no hubiera sido por pequeños detalles. En otro momento con más tiempo os contaré más.

Me despido hasta la próxima que creo que por hoy ya hay suficiente.

Bye.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Collao, todo un CRACK...

Por cierto, al final encontré la cartera, me la trajo un vecino.. se me había caído en el portal..