jueves, 19 de abril de 2007

Odisea en el vestuario

Pues como siempre me dicen, lo que te pasa a ti no le pasa a nadie, seguro que esto a muy poca gente.

Llego por la mañana medio dormido a la piscina, entro al vestuario y como siempre, ni un alma. Y yo, uff, que gustito, aquí calentito y solo, todo el vestuario para mí. Me lo tomo con tranquilidad, que no hay prisa. Me descalzo, y mientras estoy con la zapatilla derecha me doy cuenta de que a pocos pasos de mí un cerdo a tirado un ¡moco!. ¡Diooos!, que asco. Acto seguido me detengo completamente y me paro a meditar. Ya está mi cabecita pensando:

-Veamos, no seas tonto y haz algo que luego puedes pisar el moco por accidente. Venga, ya se que da asco, pero tienes que hacerlo por el bien de todos. Es el momento de sufrir por tus compañeros de vestuario. Venga, tienes que hacerlo.

Después de autoconvencerme de que es lo mejor y lo más solidario para todos, me lanzo a buscar papel higiénico o algo similar para recogerlo. Y aquí está el primer asalto, justo en el momento en el que me situo, cojo aire y como un campeón me tiro a por el, entra alguien. Es un compañero de fatigas del jacuzzi, un abuelete amigo mio con el que suelo charlar en el jacuzzi después de unos largos que se había olvidado de cerrar el casillero. Y si, ahí estoy yo, con un moco en un trozo de papel explicandole que no es mio a un abuelo de 64 años, y él partiendose el pecho de mí, porque tanto si es cierto como si no que es mio soy un cerdo por tirar el moco, o por recogerlo. Pasado este mal trago ya no me podía pasar nada más, asi que me pongo ya a desnudarme, primero las deportivas, los caletines, los pantalones, la camiseta, etc. Me coloco el bañador, recojo las gafas y el gorrillo, me pongo las chanclas y me dirijo a la piscina. Casi en la puerta de la piscina me doy cuenta de que se me olvida quitarme el pendiente, y vuelvo de nuevo a abrir la mochila, la había abierto como unas 4 veces ya. Dejo el pendiente y ahora si, unos largos en la piscina, un debate en el jacuzzi y a casa que ya va siendo hora.

Llego al vestuario, abro la mochila una vez más, saco el champú, el gel, y el desodorante para luego. Y yo, todavía en mi mundo, medio dormido me dirijo a la ducha. Una ducha calentita que me relaja y me hace olvidar el mal trago del moco. CUando termino de ducharme voy camino de la mochila pensando en la toalla, y no recordaba haberla visto ninguna de las veces que había abierto la mochila. AL llegar a la mochila mis peores temores cobraron vida, ¡no tenía la toalla!.

¿Que podía hacer?, no había nadie, no llevaba ninguna muda de sobra en la mochila, más que unos calcetines y unos shorts usados. Era el momento de utilizar la cabecita de nuevo. Me pongo a pensar, y de todo a mi alrededor solo podía hacer una cosa, usar los secadores de pelo que hay en la pared. Y si, ahí estoy yo, desnudo, casi pegado a la pared, helado de frío secandome con los secadores.

Y menos mal que me gusta estar tanto tiempo en la ducha abrasandome con el agua, ¡no quedaba nadie que me viera!¡Juas juas juas!. Aunque ahora ya lo os lo podeis imaginar.

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